Según el Reglamento de instalaciones térmicas de la normativa española, la climatización consiste en dar a un espacio cerrado las condiciones de temperatura, humedad relativa, calidad del aire y, a veces, también de presión, necesarias para el bienestar de las personas y/o la conservación de las cosas.
            Explicado de manera más sencilla, cuando hablamos de climatizar, nos referimos a darle las condiciones adecuadas a un espacio donde se desarrolla un actividad específica que requiere de un ambiente adaptado especialmente para dicha actividad y en el cual la salud de las personas involucradas sea resguardada.
            Por ejemplo, si vives en un lugar en el cual se presentan las cuatro estaciones, cuando llega el invierno  lo más probable es que instales y/o enciendas la calefacción ¿cierto? Igualmente, cuando llega el verano, ésta vez harás más cómodo el espacio colocando un aparato de aire acondicionado; esas pequeñas acciones forman parte de la climatización de tu hogar.
            De la misma manera sucede con las fábricas, si el espacio es utilizado para realizar tareas que requieren de altas temperaturas, presión y cambios drásticos en la humedad normal, debe aclimatizarse para que el lugar no se recaliente o presurice dando lugar a muchas posibilidades de accidentes; la climatización, más que un deber moral de los patronos es una obligación legal para todo lugar en el cual se desarrollen actividades que alteren las condiciones básicas del ambiente (como temperatura, presión, humedad) y que conlleven altas posibilidades de riesgo de accidentes.

            Aunque la climatización pudiera verse a simple vista como una forma de cuidar y garantizar la salud de los empleados de determinado espacio, trae además consigo el cuidado tanto de los espacios y maquinarias de las fábricas como la seguridad de aquellas personas que desarrollan su vida diaria alrededor de ésta.